Estoy cansado de vacíos existenciales, de promesas incumplidas, de viajes astrales a un territorio gris y vacío. Estoy cansado de las noches en vela, de las madrugadas con sueño, de los viajes en esa bestia metálica y putera que se empeñan en llamar metro. Cansado de no ver el Sol, ni la Luna, ni las estrellas, ni ver cómo me bañan con su luz cálida o fría. Cansado de solo sentir el frío de la soledad y de no recordar casi lo que es un abrazo. Cansado de malgastar el tiempo aprendiendo descubrimientos de señores importantes, teorías de locos cuerdos e ingeniosas explicaciones de personajes ilustres. Estoy cansado de todo y de nada. De ser tú, de ser él, de no ser nadie. Estoy cansado de las sonrisas falsas, de mirar al espejo y no saber quién se refleja, de la espuma amarilla y los pliegues rosáceos, de la vida y de la muerte, de cada corte en el alma, de cada idea que se marchita, de cada promesa que se incumple y de cada viga que me aplasta. Estoy cansado de verte virtual y no ser tuyo en real. Estoy cansado de ser yo sin serlo. Estoy cansado de ser quien querría ser y no soy. Estoy cansado de las caretas amigables y las putadas inconscientes, de las puyas silenciosas, de los llantos secos. Estoy cansado de ver gente que podría haber sido y nunca seré, de ver cómo triunfan mientras yo fracaso, de perderme, de perderte, de perderos. Estoy cansado de cansar y de cansarme y de estar cansado. Estoy cansado de mirar el fuego y el hielo como a hermanos que pueden liberarme. Estoy cansado del triste sonido de un violín lastimero llorando elejías por mí. Estoy cansado de una brisa constante de incertidumbre y de vergüenza. Estoy cansado de deprimirme por todo y de secarme por los ojos y convertirme en piedra, de ser insensible, de ser inocente. Estoy cansado de la culpabilidad inventada y de las estupideces falsas. Estoy cansado de la sonrisa de arena que se lleva el más mínimo viento. De la tormenta interior. De las mariposas carnívoras. De los nervios de acero que se clavan en el estómago. De la risa malvada e impía que me llama y me acecha con sus colmillos de plata. Estoy cansado de la empatía y de la poesía, de la literatura lastimera y las novelas románticas, de la pobreza extrema del cuerpo y del alma, de todo y de nada.
Estoy cansado y no descanso porque la vida no me deja. Y yo soy la muerte.
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