sábado, 7 de marzo de 2015

Comodidades pasajeras, deseos del pasado y un futuro de hielo

Y sé: si acerco el oído, no va a aparecer el mar. ¿Lo ves? Tan sólo aquel ruido que aceptamos por verdad. ¿Lo ves?  Si somos dos islas en un mar que es gris ciudad. ¿Y quién? ¿Quién de los dos se atreverá a nadar?

Hubo un día en que salí de la cocina y me pegué una hostia con el pomo de la puerta en el ojo y dije que me habían robado en una gasolinera. También hubo un día que me rompieron una costilla con una bota de oro y dije que había matado a la hidra de Lerna. Pero eso son viejas glorias del pasado y ahora solo importa el presente de fuego.

Incluímos en la vida a quien se lo merece. Incluimos en nuestra vida solo a quien se lo merece. O eso nos decimos mientras nos mentimos diciendo que el día de mañana será mejor que la mierda de ayer que nos ahoga hoy. Pero la mierda no sale y sigue oliendo mal y las moscas ya te han comido los ojos. Solo queda esperar que una tormenta de sensaciones contradictorias y a la vez iguales nos diga qué hacer para parar de sufrir. Nos levantamos por inercia, comemos por inercia, nos metemos en la cama por inercia y nos metemos en la cama con gente por inercia (o en el coche o en el parque o en la ducha). La inercia es la reacción que tenemos a toda acción.

La escritura automática es mi inercia.

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